Antioquia, departamento reconocido por sus diversos ecosistemas que van desde páramos de alta montaña hasta bosques tropicales, se encuentra en una encrucijada crítica. Ante el auge del turismo, las autoridades ambientales están tomando medidas sin precedentes para proteger su patrimonio natural, marcando lo que podría ser el comienzo de restricciones generalizadas al acceso de algunos de los espacios naturales más preciados de la región.
Cierres recientes marcan un punto de inflexión
La historia de la lucha de Antioquia contra el turismo depredador se ilustra mejor con dos cierres emblemáticos que han reconfigurado el enfoque del departamento hacia la protección ambiental. El primero se dio en el Páramo del Sol, que se extiende entre los municipios de Urrao y Frontino. A 4.080 metros sobre el nivel del mar, su pico conocido como Campanas se yergue como el punto más alto de Antioquia. Lo que alguna vez fue un santuario prístino para el oso andino se transformó a lo largo de los años en una advertencia sobre los peligros del turismo sin control. Fiestas no autorizadas, acumulación de basuras y contaminación generalizada obligaron a Corpourabá a implementar un cierre total de las actividades turísticas a mediados de 2022. El cierre, extendido hasta agosto de 2025, ya ha mostrado resultados prometedores: los frailejones se están recuperando, los bosques nativos se están regenerando y hay señales alentadoras del regreso del oso andino a la zona.
El segundo cierre, anunciado el 9 de octubre de 2023, se centró en el Cerro Las Palomas en Sonsón. Este sitio, que ocupa apenas media hectárea a 3.300 metros de altura, alberga algo extraordinario: una especie de frailejón recién descubierta (Espeletia restricta) que no existe en ningún otro lugar del planeta. El cierre llegó después de años de observar grupos de 30 a 40 personas, que en ocasiones llegaban a 140 visitantes en un solo fin de semana, pisoteando un área que los estudios científicos sugerían no podía sostener más de diez visitantes a la vez. La decisión de cerrar Las Palomas no se trató solo de proteger una única especie – se trataba de preservar todo un ecosistema interconectado donde innumerables especies dependen de la supervivencia de este frailejón único.
La magnitud del problema: Una crisis que atraviesa ecosistemas
El impacto del turismo sin control se extiende mucho más allá de estos dos casos de alto perfil. Cornare y Corantioquia han documentado una grave degradación en al menos diez áreas protegidas, cada una con su propia historia trágica de deterioro ambiental:
La crisis de las cavernas
Las cuevas dentro del Distrito Regional de Manejo Integrado Bosques, Mármoles y Pantágoras representan uno de los tesoros espeleológicos más significativos de Colombia. No son simples cuevas – forman parte de un selecto grupo de 250 sistemas de cavernas documentados en el país. Informes recientes a Cornare han revelado el ingreso de motocicletas a estas delicadas formaciones, amenazando características geológicas y biológicas irremplazables que tardaron milenios en formarse.
El dilema del bosque de niebla
Los bosques de niebla de la Cacica Noria en el Nordeste antioqueño representan un caso particularmente conmovedor. Descubiertos hace apenas ocho años tras el Acuerdo de Paz, estos misteriosos bosques habían permanecido relativamente intactos durante los años del conflicto colombiano. Ahora enfrentan una nueva amenaza del turismo no regulado, poniendo en peligro su ecosistema único antes de que los científicos hayan podido documentar completamente su biodiversidad.
Degradación de humedales
Las ensenadas de Río Negro en Necoclí, fundamentales como criaderos naturales de peces, enfrentan una presión creciente por las actividades turísticas. Estos humedales juegan un papel vital en el equilibrio ecológico de la región, pero el aumento del tráfico peatonal y el desarrollo están perturbando sus delicados ecosistemas.
Un sistema bajo presión sin precedentes
El desafío que enfrentan las autoridades ambientales de Antioquia va más allá del simple hacinamiento. David Echeverri, jefe de Bosques y Biodiversidad de Cornare, describe una tormenta perfecta de factores que han sobrepasado la capacidad de la región para gestionar el turismo:
Las redes sociales han revolucionado la forma en que la gente descubre los destinos naturales, pero no de manera positiva. Una sola publicación viral puede atraer miles de visitantes a áreas ecológicamente sensibles prácticamente de la noche a la mañana. Estas afluencias repentinas eluden los procesos tradicionales de planificación y saturan la infraestructura local. Más crítico aún, evitan las evaluaciones de impacto ambiental que deberían preceder a cualquier aumento significativo en la actividad humana en áreas protegidas.
El problema se agrava por una severa falta de recursos para el control y vigilancia. Las autoridades locales a menudo se enteran de nuevas “atracciones turísticas” en su jurisdicción solo después de que se han vuelto virales en redes sociales. Para entonces, ya se han trazado senderos informales, han aparecido zonas de parqueo improvisadas y el daño a los ecosistemas locales ya está en marcha.